viernes, 29 de abril de 2011

Una historia entre muchas otras...

El ruido que la gente hace con su charla, me hace arrepentirme de haber elegido ese lugar como punto de reunión. No pensé que el lugar fuese a estar tan ocupado. La gente ya no sale de vacaciones como lo hacía antes.

En línea estamos 6 personas incluyéndome yo, el olor a café se dispersa por todo el local y mis ansias quisieran hacer lo mismo pero yo no lo permito. Tengo que mantener la calma. No entiendo mi nerviosismo, no es la primera vez que me reúno en este lugar para tomarme un café. Quizá la razón, es el tema a tratar en esta ocasión. La cajera del lugar interrumpe mis pensamientos con un simple ¿Qué le sirvo? Yo contesto: 2 americanos grandes sin crema por favor.

En la mesa de la esquina, la que da la vista al bulevar, está Gerardo esperando a que llegue yo con las bebidas. Ese era el trato, yo pagaría los cafés y el hablaría de su experiencia de deportación de los Estados Unidos.

Gerardo Hirám Navarro  es desde hace 8 meses un desempleado más de Hermosillo, dice que aún no está listo para trabajar en México. No se acostumbra a la nueva vida aún.  Después de vivir en Phoenix, Arizona por más de 9 años, una noche de diversión y un error de tránsito resultaron las razones perfectas para la corte del condado de Phoenix, y así hacer efectiva su deportación de los Estados Unidos por no cumplir con los papeles necesarios para permanecer en ese país.

La hora es la perfecta, tenemos mucho tiempo por si la charla se alagar, son apenas las 4 de la tarde y el clima del lugar nos ayuda. Si la gente no hablara sería perfecto. ¿Sabes? Me dice él. -Yo en Phoenix nunca fui a un Starbucks, se me hacía un lugar para fresones (palabra usada peyorativamente para gente con dinero)  pero aquí en Hermosillo si me gusta venir. Ríe y toma un poco del café.

¿Por qué  te fuiste en primer lugar? Le pregunto mientras acomodo la silla de al lado. Él se ríe de nuevo en tono de burla. “Estaba ya cansado de mi familia, me trataban como si fuera un niño, nunca me dejaban hacer nada. La verdad, mi mamá me tenía cansado con sus quejas y se molestó más cuando no me inscribí a la universidad. Yo siempre tuve ganas de viajar por un año antes de iniciar a estudiar la carrera, y un primo me propuso que me fuera a USA a trabajar un año para hacer dinero. Me presentó a una señora que se dedicaba a hacer contratos desde aquí de Hermosillo, todo legal, nada chueco, nos dio seguro social, sacamos la visa de trabajo y nos mandaron a Crested Butte, en Colorado. Seríamos “dishwashers” en el Hotel Club Med. Por eso me fui, quería estar lejos de mi familia e independizarme” Concluye.

¿Cómo fue que terminaste de ilegal en Arizona, si tenías visa de trabajo? Le pregunto, tan pronto el termina de hablar. Eso es una historia bien rara. Me responde, y dice que se pondrá cómodo para platicarme. “Yo no aguanté el frio de colorado y le dije a mi primo que nos fuéramos, que ya teníamos los seguros y que podíamos trabajar en donde fuera por los próximos 5 meses, que mejor lugar que Arizona para sentir el calor que extrañábamos. No tardé más de 2 días en convencerlo, esperamos el día de paga, cobramos y al siguiente día no nos presentamos a trabajar,  tomamos un camión para Phoenix. Así de rápido, teníamos 19 años no pensábamos bien las cosas, al final del día fue lo mejor en Phoenix nos sentíamos más cómodos, tanto que viví allí 9 años.  5 meses legalmente y el resto como un ilegal cualquiera” Gerardo, repite el número de años en voz alta y me confiesa que son los mejores de su vida hasta el momento.  Toma café y me reclama que lo haga hablar de ese tema.

Yo lo único que hago es escuchar, su forma de hablar me facilita la entrevista. Sus palabras me transportan a pasajes que yo mismo viví en los Estados Unidos. De nuevo mi nerviosismo trata de ganar terreno pero no lo permito.

¿Qué fue lo más difícil? Pregunto mientras me hago tonto buscando algo que no se que era en mi mochila, para disimular mi nerviosismo.  Él sólo se limita a contestar con la palabra: Todo.  Se arrepiente quizá al ver mi cara no contenta con la respuesta y continúa.  “Tomo me fue difícil,  los primeros meses me quería regresar, extrañaba la comida de mi madre, mis amigos, el desastre de la calle, la libertad de México, sentía que mi vida se me iba muy rápido y me preguntaba que andaba haciendo yo por allá. No fue fácil encontrar trabajo en Phoenix, el primer lugar donde trabajé era una tienda como Wal-mart, se llama Kmart. Ahí no sé como llegué a ser cajero, me gustaba más que lavar trastes por su puesto. Ahí sentí por primera vez el racismo de los americanos. ¿Qué te pasó? Interrumpí su relato. Todos te tratan bien, mientras tú les hables bien y te entiendan, el problema está, cuando no te entienden lo que dices. Y quizá ese no era un buen día para la señora que me gritó que me regresara a mi país  y que volviera cuando supiera pronunciar los números bien. Ese día llegué a mi casa y me quise regresar a Hermosillo. No lo hice.

La charla se torna un poco incómoda, Gerardo no me mintió cuando me aseguró que no le gustaba hablar del tema. Yo lo entiendo. Y su relato también me es muy familiar.

¿Por qué no te regresaste a Hermosillo después de lo que pasó? Pregunto yo. Él se queda callado por unos segundos después de mi pregunta. Yo hago lo mismo. La chica de al lado voltea al no escuchar la voz de mi entrevistado, la cual es muy notoria por cierto, y regresa su mirada al ver que todo está bien. Gerardo quiebra el silencio y me dice: “Lo que me hizo quedarme en Phoenix en esa ocasión fue el color de piel de la señora que me gritó, ella era de piel negra, áfrico-americana, como les dicen allá.  Y me dije: ella también fue inmigrante un día, o sus padres o abuelos, y me metí en la cabeza que yo también podía hablar Inglés como ella lo hacía. Una razón tonta quizá la mía;  pero me ayudó a entender que tenía que mejorar mi inglés. Y así lo hice. Look at me now! Agrega en tono de orgullo con una excelente pronunciación.

El tiempo se va rápido y el café se acaba rápido cuando platicas tanto, me comenta. Me limito a ofrecerle otro café con la esperanza que diga que sí, así platicaremos más tiempo. Él acepta y me recalca que ese era el trato y se ríe de forma burlesca. Me asegura también que me hará gastar por haberlo invitado a hablar de él.

Los vasos del material extraño que Starbucks usa están de nuevo llenos de café caliente y no me queda más que lanzar la pregunta que me hizo pagar casi 100 pesos en café. ¿Por qué te deportaron? Al fin hablé.

Gerardo toma su vaso, le agrega un sobre azul de azúcar y dice: “Todo fue muy tonto, después de 9 años en Phoenix,  sabiendo cómo estaban las cosas de peligrosas,  se me ocurrió hacer un semi-alto en un cruce que era alto total, así de tonto. Era muy tarde, la madrugada para ser exactos, yo venía de una fiesta del trabajo. Nunca pensé que eso causaría todo lo que vino después. Me obligaron a bajar del carro, me hicieron la prueba de alcohol, dio positiva, me hicieron decir el abecedario al revés, prueba que pasé sin ningún problema, lo feo vino cuando me obligaron a  caminar en una línea imaginaría. Gerardo se ríe y menciona unas cuantas palabras de maldición. Todo fue de menor a mayor. Las cosas se complicaron. Los policías me empujaron  contra mi carro, recuerdo que mi pantalón se rompió con ese movimiento  y  uno de los oficiales  me dijo lo que yo temía. "You are under arrest - you have the right to remain silent. Anything you say can and will be used against you in a court of law." Palabras que nunca olvidaré aun cuando ya hayan pasado meses de esto. Después, vino lo feo. Ya los Estados Unidos no era lo mismo para mí” Concluye con una mirada que expresa tristeza y coraje mezclados.

¿Qué más quieres saber? me pregunta en tono sarcástico. El proceso. Le contesto. ¿Cómo pasó todo? Le explico con la pregunta. Recibo unas palabras en inglés que en México sería algo así como púdrete. “Mi record estaba limpio, en 9 años en los Estados Unidos nunca tuve ningún problema, mi problema fue no haber hecho un alto total, de eso me acusaban algo que tenía solución. El no tener papeles en orden me hacia un criminal. Y quedé encerrado sin opción a apelar la orden del juez, mi única opción era firmar mi deportación.

¿Cómo llegaste a México? Pregunto intrigado. Tardé 25 días en llegar a México. Responde. Los 25 días más largos, frustrantes, tristes, de mi existencia. Un avión que llegó desde chicago nos levantó en una parte privada del aeropuerto de  Phoenix. Éramos muchos en el avión al parecer el avión sale de chicago cada jueves y aterriza en ciudades importantes para subir a más deportados. Phoenix era la última parada, antes de llegar a El Paso Texas. Ahí te quitan las cadenas con que te amarran de los pies y la cintura. En camión te llevan a la línea y después de una última humillación donde te dicen que no crucemos de nuevo o nos encarcelarán por un largo tiempo, me entregaron mis pertenencias con las que me detuvieron en Phoenix aquella noche de fiesta. Mi cartera, mi cinto, y un cheque de 28 dólares, exactamente la cantidad de dinero que traía en mi cartera esa noche.

Lo demás es facíl. Ya estás en México. Sólo te queda la imaginación, los planes, la nueva vida, la familia que tanto extrañas, los amigos que esperas ver pronto. Aún me faltaba viajar de Ciudad Juárez, Chihuahua a Hermosillo. El viaje en camión más frio que yo recuerde.

Yo hago intento de preguntar más, pero Gerardo continúa su relato. Legué aquí a las 8 de la mañana. Sólo quería bañarme y dormir. No quería hablar con nadie. Mi familia lo entendió y así lo hice. Comentó, le quitó la tapa negra a su vaso, bebió lo que parecía el último sorbo y me dijo que era tarde. Agradeció los 2 vasos de café, me saludó de mano, me aseguró que otro día podríamos ahondar más en la charla y se retiró.

Navarro nunca aseguró que su deportación se dio gracias a la lew SB-1070, quizá lo ignore, lo cierto es que en Arizona las deportaciones han aumentado durante el año 2010 y Gerardo es sólo un caso más de miles que pasan el mismo proceso cada mes.





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